Cosas que amenazan nuestra salud
Las infecciones son la causa más común
de la mala salud y la muerte. Las toxinas que están en nuestro ambiente, junto
con las toxinas que son creadas por microorganismos, también son causantes
mayores de la mala salud.
Por supuesto que las heridas ocasionadas por accidentes, las quemaduras y la falta de oxígeno o la falta de nutrientes esenciales también tienen un papel importante. Si usted ha experimentado cualquiera de
estos, entonces ha visto al sistema inmunológico en acción mientras se sanaba a
sí mismo. A nivel celular, las bacterias y los virus atacan, y finalmente matan
a las células. Las toxinas, quemaduras y lesiones, por su misma naturaliza
dañan o interfieren en el funcionamiento saludable de las células. De hecho, el
origen de todo lo que provoca una mala salud, puede rastrearse a unas células
dañadas o disfuncionales.
Hay una causa de una mala salud que no
es tan obvia pero si igual de letal. Hemos mencionado que el ADN que produce,
regula y controla la maquinaria de nuestras células individuales, sufre daños y
se repara constantemente. Con el tiempo aumenta la posibilidad de que el ADN
sufra un daño que de alguna forma no pueda ser reparado. Para evitar la
detección del daño y los mecanismos de reparación, como ya se ha descrito,
dicho daño no debe de cambiar el equilibrio químico en la célula hasta un punto
tal que pueda ser detectado. Simplemente hace menos eficiente la célula. Con
forme las células inferiores se dividen y hacen copias de sí mismas, este daño
en el ADN y su consecuente ineficiencia se propagan. Ésta es la causa del
envejecimiento, de acuerdo con muchas teorías populares. Lo peor es que estas
ineficiencias pueden causar un estrés oxidativo ligero, generando oxidantes en
exceso ocasionando aún más daño y, a su vez, ayudan a acelerar el proceso de
envejecimiento.
Esto se vuelve especialmente grave en
los casos de que las mitocondrias sufren daños permanentes y quedan
imposibilitadas. Ya que las mitocondrias son el almacén de los mensajeros de
señales redox (los centinelas de la salud celular), una vez que dejan de
funcionar la red de señales redox se desactiva y la célula no puede detectar
adecuadamente el daño. Como estas células disfuncionales no son capaces de
detectar ni de corregir su condición deteriorada, ni siquiera matándose, se
vuelven “inmortales” y con el tiempo se deterioran más, empeorando cada vez más
sin siquiera saberlo. Esto puede provocar una condición precancerosa que se
conoce como displacía, y que debe su nombre a que los patrones regulares de las
células se ven desplazados e irregulares cuando se observan bajo el
microscopio.
Los tumores puede comenzarse a formarse
si una de las células disfuncionales se dañan al tal punto que no sea capaz de
recibir los mensajeros normales de sus vecinos. Sin el control y la identidad
que les proporcionan sus vecinos, la célula puede comenzar a dividirse de
manera irregular. Si una de estas células se pone en verdad mal, pude comenzar
a dividirse sin límites y volverse maligna. El resultado es el cáncer. Esto es
especialmente insidioso porque el tipo de célula cancerígena depende del tipo
de célula de la cual se originó, y del tipo de daño que haya experimentado. Por
lo tanto, hay millones de tipos diferentes de células cancerígenas posibles,
que requieren muchos métodos diferentes de tratamiento. No hay una cura
universal como tal para el cáncer, pero hay formas efectivas de reducir las
posibilidades de que suceda: por ejemplo, minimizando la cantidad promedio que
sufre el ADN.
Actores principales del sistema Inmunológico
Era de esperarse que para comprender
como es que el sistema inmunológico ayuda a eliminar las amenazas a nuestra
salud, tengamos que recurrir nuevamente a una perspectiva celular. Los actores
del sistema inmunológico, después de todo, son células que están diseñadas para
ir por todas partes y eliminar las amenazas a nuestras células sanas. Se
comportan según el conjunto de reglas usual que todas las otras células siguen.
Las mayorías de ellas nacen en la medula ósea de la parte superior de las
piernas y la pelvis. De forma bastante interesante, la mayoría de las células
inmunitarias nacen como el mismo tipo de célula “madre” y luego se transforman
en tipos diferentes de células inmunes mientras “maduran”, dependiendo del
sitio donde determinen en el sistema linfático. Hay varios tipos de células
inmunitarias, y la mayoría pueden clasificarse en dos categorías diferentes:
las células ayudantes y las células asesinas.
Las células
ayudantes.-
Identifican las amenazas mediante técnicas de marcado y de identificación de
“huellas dactilares” moleculares.
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CÉLULAS "T" AYUDANTES |
Todas las células y virus tienen grupos
de proteínas en su superficie externa que pueden fungir como pequeñas “huellas
dactilares” moleculares. Las células ayudantes del sistema inmunológico tienen
unos receptores de conocimientos de patrones (RRP) que les ayudan a identificar
y marcar los objetos que puedan representar una amenaza potencial para las
células. Pero hay demasiados tipos diferentes de bacterias y virus “malos” como
para que cada célula ayudante tenga un registro de todos ellos. Además, las
bacterias y los virus mudan constantemente, con lo que se alteran estos
patrones de identificación. Por lo tanto, las células ayudantes necesitan ser
capaces de adaptarse de manera dinámica para poder catalogar correctamente y
marcar todos los invasores con los que entran en contacto.
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CÉLULAS DENTRICAS |
Las células B desempeñan una función
literalmente diferente: producen las “etiquetas” anticuerpo para las amenazas
invasoras que ya han sido identificadas. Estas etiquetas anticuerpos están
diseñadas para flotar por ahí, en la sangre o en los tejidos, y adjuntarse a
las amenazas invasoras específicas. Cuando las células B encuentran una
amenaza, crean una fábrica de etiquetas de anticuerpos personalizadas dentro de
sí mismas y, luego, se multiplican con rapidez para crear millones de copias de
sí mismas y de la fábrica de etiquetas de anticuerpos de su interior. Si tienen
éxito, los anticuerpos que han creado, flotaran y etiquetaran a todos los
invasores. Las células asesinas no tienen problemas de identificar a los
invasores etiquetados. Las células ayudantes dendríticas son un poco más
misteriosas, pero al parecer son eficientes identificando a los invasores de la
primera línea y auxiliando a las células ayudantes a difundir más rápido las
noticias en la nariz y en los pulmones, donde el enemigo suele aterrizar
primero.
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MACROFAGOS |
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Células Asesinas Naturales |
Estas células tienen un apetito feroz y muchas veces se hartaran de comer hasta morir en plena batalla.
Ya que estas células asesinas usan oxidantes para matar a sus presas, los oxidantes sobrantes actúan como mensajeros redox que pueden llamar tanto a la citoquinas inflamatorias, como servir de señales para traer más células asesinas de refuerzos.
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NEUTROFILOS |
Ahora veremos con más detalle el proceso de señales que activa y regula la respuesta del sistema Inmunológico.
Como trabajan juntos los actores del sistema inmunológico
Imaginemos por un momento que somos
capaces de ver lo que sucede durante una infección bacteriana con una camarita,
como si fuera un documental. Imaginemos que hemos descubierto algunas bacterias
E colli, con formas de salchicha obesas, que se han metido por un rasguño en
las capas muertas externas de la piel. Tres de las bacterias se han posado en
una agradable célula húmeda de la piel y la saga comienza. En este ambiente,
las bacterias pueden prosperar, veamos cómo empiezan dividirse y crecer como en
salchichas en serie, extendiéndose sobre la célula. Las bacterias no están
quietas, ondulan, agitadas, por su actividad interna, y empiezan a crecerles
cuerdecitas que se extienden como raíces y penetran la membrana externa de la
célula. La superficie rugosa de la célula empieza a horadarse cuando las
enzimas de las bacterias comienzan a digerirla, en busca de alimento y
materiales de construcción. El daño comienza hacer mella en la célula de la
piel.
Dentro de la célula de la piel, las actividades
usuales se ven interrumpidas por la intrusión. Las bacterias, cada vez más
numerosas, están destruyendo muchas de las micromaquinas, cerca de la
superficie, que la célula necesita para vivir. Esto causa una perturbación en
el equilibrio de los suministros de proteínas y azucares, y afecta al metabolismo celular. Empiezan a
formarse oxidantes en la célula. Este
estrés oxidativo es la primera señal para el núcleo de que algo malo
está pasando. El núcleo responde girando instrucciones a las enzimas para que
digieran las áreas destruidas, a los antioxidantes para protegerse contra el
daño oxidativo, a las moléculas reparadoras para que reparen el daño, a las
micromaquinas para que reemplacen a las que han sido destruidas, entre muchas
otras cosas. Estos esfuerzos son en vano. La bacteria se divide demasiado
rápido. Pronto los niveles de oxidantes se han incrementado drásticamente, lo
cual significa que la batalla se está perdiendo.
Las células de la piel se ponen en
situación de emergencia. Se producen citoquinas inflamatorias (como la NF capa
B) para enviar señales a las células vecinas de que hay una posible invasión.
Las células vecinas responden comenzando a inflamarse, y enviando devuelta
mensajeros de citoquina. Las bacterias ahora se han extendido a algunas de las
células vecinas, donde una acción similar se lleva a cabo. El avance de la
bacteria es ahora un poco más lento ya que los oxidantes y las contramedidas
inflamatorias hacen más difícil que la bacteria se asiente y crezca.
Ahora hay cientos de bacterias; sólo
unas cuantas han sucumbido y muerto. Los mensajeros de las citoquinas
inflamatorias habilidades por los mensajeros redox ahora han llegado hasta los
vasos sanguíneos capilares circundantes que alimentan las células. Los vasos
sanguíneos locales responden expandiéndose y dejando pasar más sangre a la
zona.
Las células inmunitarias denominadas
leucocitos se desplazan dentro de los vasos sanguíneos y, al pasar por la zona
de infección, se encuentran con las citoquinas y los mensajeros de señales
redox que están siendo enviados por las células estresadas a través de la pared
de los vasos sanguíneos. Enseguida, las células inmunitarias responden y
empiezan a cambiar drásticamente. Se agarran al interior de los vasos
sanguíneos y se aplanan, ya que su citoesqueleto está programado para
disolverse. Los intersticios intercelulares formados por el recubrimiento de
los vasos sanguíneos (y ordenados por los mensajeros resultantes del redox)
hacen posible que las células inmunitarias, que ahora están más liquidas,
puedan filtrarse y salir de los vasos sanguíneos. Estas células inmunitarias
liquidas, ahora pegajosas, se mueven lentamente a través de la jungla de
células cutáneas circundantes, guiadas por los mensajeros de citoquina
proveniente de las células estresadas.
Cada vez que las células inmunitarias se
topan con objetos, realizan una revisión del patrón de “huellas dactilares” de
las proteínas en el exterior de los mismos (gracias a una micromáquina conocida
como el complejo principal histocompatibilidad) para determinar si cubre el
perfil de una célula amigable. Mientras se topan con células amigables,
continuaran su viaje a la siguiente célula. Cuando se encuentran con otra
bacteria, pronto se vuelve obvio que no es una célula amigable. Esto, junto con
una gran concentración de oxidantes (mensajeros redox) y otros mensajeros de
citoquinas en la zona, indican que se han encontrado con el enemigo. La célula
asesina ahora engulle a la bacteria y, dependiendo de la intensidad de ciertos
mensajeros en el entorno, disparan su arma principal a la bacteria atrapada:
una mezcla letal de moléculas altamente reactivas y oxidantes.
La membrana de la bacteria sucumbe; se
desase rápidamente. Las enzimas digestivas de las células inmunitarias –el “equipo
de limpieza”- terminan por desmenuzar y reciclar las proteínas que antes
constituían la bacteria. Los guardias antioxidantes circundantes se aseguran de
que ninguna parte de esta mezcla oxidante letal haga daño a la célula
inmunitaria misma y también ayudan a limpiar el desastre. Los fragmentos de la
bacteria destruida, que llevan sus marcas de identificación, son etiquetados y
liberados, justos con los demás restos. Las células ayudantes que llegan
después utilizan estos fragmentos para identificar y catalogar mejor al
enemigo. Mientras el desecho es liberado, los oxidantes sobrantes se unen a los
mensajeros redox que señalan que una batalla se está llevando a cabo. Esta
señal identifica la solicitud de refuerzos y ayuda a conducir a otras células inmunitarias
hasta la línea de fuego.
Hasta el momento solo hemos documentado
la acción “innata” o respuesta no especifica de una parte del sistema
inmunológico. Falta mucho para que esta historia termine. Los fragmentos
identificados de la bacteria destruida que son liberados inician la respuesta
específica, o de “adaptación”. Las células B usan estos fragmentos con
identificación para construir fábricas de anticuerpos que produzcan “etiquetas”
personalizadas de anticuerpos que serán liberadas en el cuerpo. Estas etiquetas
están diseñadas para adherirse sólo a las bacterias invasoras. Le facilitan
mucho el trabajo de identificación de invasores a la célula asesina.
Las células T ayudantes utilizan este
material de identificación para auxiliar también a las células asesinas. Las
células T ayudantes se colocan junto a las células asesinas y envían mensajes
para identificar su ataque cuando los invasores coinciden con sus marcas
identificadoras. Cuando las células T ayudantes y las células B ayudantes están
en proceso de activación, hacen réplicas de sí mismas y del kit identificador
que usan para señalar al enemigo. Pronto un verdadero ejército de células
inmunitarias está presto y listo para atacar a las bacterias al contacto, en
cualquier parte del cuerpo que se encuentren.
Cuando todas las bacterias invasoras han
sido neutralizadas, los mensajeros que llaman al sistema inmunológico a la
acción desaparecen gradualmente. Los mensajeros redox y de la citoquina que
fueron producidos en las células dañadas son neutralizados; se detiene la
producción activa de todos estos mensajeros. La mayoría de las células
inmunitarias que sobrevivieron a la batalla, y que ya no son necesarias
morirían. Algunas de las células B de memoria permanecerán para mantener
registrada la identidad del invasor en los archivos, listos para ser usados en
caso de que aparezca una nueva infección en el futuro. Las células que están
alrededor de los tejidos faltantes comenzaran a dividirse y llenan los vacíos
con células nuevas, y todo volverá a la rutina de operación normal estándar.
Ciertas células inmunitarias, como es el
caso de las células asesinas naturales y los granulocitos, también pueden
detectar y atacar a células amigables que han sido dañadas al punto que no es
posible repararlas o que están hospedando un virus maligno. De nuevo las
señales redox que generalmente indican el daño celular, desempeñan un papel
esencial en la activación y coordinación de los ataques de estas células
inmunitarias.
En ocasiones el sistema inmunitario se equivocará
e identificara a una célula amigable como blanco. También puede identificar
como enemigos a ciertos objetos inertes ajenos, como el polen. Esto es muy
desafortunado porque cuando el sistema inmunológico está confundido atacando a
estos objetos inofensivos, se produce inflamación, hinchazón y malestar.
Incluso un daño grave al tejido sano pude prolongarse a causa de un gran ataque
innecesario de células asesinas contra el sistema inmunológico. Lo peor es que
las marcas de identificación de los objetos amigables serán añadidas a la lista
memorizada de enemigos, de manera que cuando estos inofensivos objetos
regresen, el sistema inmunitario los ataca. Como puede adivinarse, esta es la
razón por la que padecemos alergias a ciertos objetos, como el polen. Otras
condiciones más dolorosas se dan cuando el sistema inmunológico está entrenado
para atacar a nuestras propias células amigables. El resultado son las
enfermedades autoinmunitarias como la artritis, el lupus y la colitis ulcerosa.
Hemos visto que las células ayudantes y
asesinas del sistema inmunológico trabajan juntas, prácticamente de la misma
forma que cualquier otra célula. Los mensajeros de señales que encuentran en su
ambiente determinan sus acciones siempre y en todo lugar. Lo que resulta interesante
sobre las células inmunitarias es que disponen de algunas herramientas y armas
“asombrosas” para trabajar.
Las armas del sistema inmunológico: Que hace el cuerpo para mantener todo unido
El sistema inmunológico ostenta algunos
de los armamentos celulares más potentes que hay. Los complejos moleculares
(NADH) pueden disparar grandes cantidades de oxidantes con radicales libres que
son muy eficaces para destruir todo tipo de organismos. Por esta razón, el
detonador de este armamento está bajo estricta vigilancia. Parte de la razón
por la cual las células T ayudantes son necesarias para identificar al enemigo
y enviar mensajeros a las células T asesinas para que detonen dichas armas, es
que algunas células asesinas solitarias podrían causar un daño grave si
controlan el detonador y comienzan a funcionar defectuosamente, disparando de
manera indiscriminada contra una multitud de células inocentes.
Otro dispositivo de seguridad del cuerpo
contra el mal uso de su “poder militar” se encuentra en las capacidades
defensivas de los antioxidantes y otras enzimas protectoras. Incluso si se
liberan cantidades bastante grandes de las moléculas altamente reactivas que se
utilizan en estas armas, los antioxidantes que son empleados para hacer guardia
alrededor de las células sanas pueden neutralizarlas, siempre y cuando tengan a
su disposición un suministro adecuado de reductores para utilizar como
armamento. En cierto modo, los reductores son la artillería que los
antioxidantes necesitan para neutralizar a los oxidantes. Como recordaran las
mitocondrias en cada célula producen grandes cantidades equilibradas de
reductores y oxidantes (“redox”). Las células sanas no tienen problemas para
controlar estos oxidantes y reductores potencialmente dañinos, ya que los antioxidantes
que hay por toda la célula están listos para neutralizarlos. En las células
sanas, los antioxidantes reciben un suministro adecuado de los reductores que
necesitan para mantener a los oxidantes bajo control. Todo el juego de la salud
celular gira en torno a la capacidad para mantener un equilibrio saludable de
estas moléculas reactivas. Deben de ser capaces de eliminarlas al mismo ritmo
que son producidas.
Si por cualquier razón una célula no es
capaz de mantener este equilibrio saludable, está oficialmente enferma, y la
producción de oxidantes y la mescla desbalanceada de moléculas reactivas que
resulta, a la larga activara los mecanismos para solicitar que el sistema
inmunológico elimine la amenaza. Esto es lo bueno del sistema inmunológico: sabe
cómo hacer malabarismos con sus cuchillos. Cuando las cosas se salen de
balance, son estos mismos “cuchillos” los que ayudan a eliminar el problema.
En resumen: La respuesta del sistema inmunológico a una amenaza
El sistema inmunológico es complejo y altamente
desarrollado en los vertebrados superiores, y, sin embargo, se rige por
principios que existen incluso en las más primitivas especies y plantas (si,
las plantas también tiene un sistema
inmunológico). La respuesta inmune innata de las plantas y los animales
superiores e inferiores depende de un sistema de señales redox (mensajeros de
peligro) para ayudar al organismo a identificar y destruir a sus enemigos. El
principio es sencillo: si, como ya lo hemos explicado, alguna cosa ajena causa
un daño lo suficientemente grave para desencadenar un estrés oxidativo agudo,
entonces se trata de un enemigo.
Resulta conveniente que los mensajeros
redox (los oxidantes que señalan que un daño ha ocurrido) sean también la
artillería oxidante más potente de la que se dispone para cargar los cañones y
matar al enemigo. Aun así, la presencia de todos estos oxidantes nocivos
demanda que estas formas de vida produzcan antioxidantes complementarios, con
la habilidad de neutralizar a cualquier oxidante extraviado antes de que pueda
causar un daño al propio organismo. Los antioxidantes que se encuentran en las
planas, por cierto, no son necesariamente los mismos que es usan en los
animales superiores. Comer una mora que contiene antioxidantes vegetales en
términos generales no complementará a los antioxidantes nativos dentro de
nuestras células. De cualquier forma, los antioxidantes de las plantas pueden
ser útiles, ya que pueden entrar al torrente sanguíneo y ayudar a reducir los
oxidantes perdidos que encuentren por allí. Algunos antioxidantes como la
vitamina C, pueden ser absorbidos por los tejidos.
En los humanos y los vertebrados
superiores hay una variedad de antioxidantes enzimas “de limpieza” que limpian
el desorden toxico una vez que la batalla ha terminado. Estos animales
superiores poseen un intricado sistema inmunológico con capacidad de adaptación
que usa los residuos que quedan en las batallas para identificar, etiquetar y
llevar una lista de los invasores ajenos dañinos. En términos generales, esto
permite una respuesta inmunológica más rápida y específica, y, por lo tanto,
una tasa de supervivencia es más alta. Sin embargo, una desventaja de este
sistema inmunológico mejorado es que los objetos inertes amigables pueden ser identificados
erróneamente como enemigos.
Una gran ventaja del sistema de señales
redox es que indica claramente que se ha ganado la batalla. Cuando la condición
de estrés oxidativo cede, ello constituye una señal de que la batalla ha
terminado y es también una batalla para que comience la reconstrucción. En el
proceso de regeneración de los tejidos perdidos, estos mensajeros redox
inducidos son usados de nuevo para ayudar a que los tejidos recién formados
emiten una señal que indiquen que necesitan oxígeno y nutrientes. Entonces
estos mensajeros estimulan el crecimiento vascular necesario para alimentar
estos tejidos nuevos. En teoría, el proceso de sanación es asombrosamente sencillo,
pero igual de sorprendente es la complejidad de su aplicación en la práctica.
Las células deben de ser capaces de identificar cuando están en peligro y
entonces pedir la acción adecuada para corregir la situación. El estrés lleva
al desequilibrio, y esto, a su vez, lleva a la acción necesaria para
restablecer el equilibrio. La capacidad para mantener el equilibrio es un
ingrediente esencial de la vida.
Detectando y localizando la zona dañada: Señales Redox
Hemos identificado un patrón: para que
el cuerpo se sane a sí mismo, debe ser capaz de localizar y detectar a las
células dañadas. Esta tarea corresponde a los mensajeros que advierten sobre
las perturbaciones celulares. Estos mensajeros son enviados al exterior como
respuesta a la condición de estrés dentro de la célula. Esta condición de
estrés ocurre cuando algo infiere en los procesos celulares normales y perturba
el equilibrio químico homeostático normal. Este equilibrio químico homeostático
depende de que la célula sea capaz de producir los miles de moléculas
fundamentales que necesita, y luego sea capaz de deshacerlas al mismo ritmo que
las produce. Cuando este equilibrio es perturbado, la producción de ciertas
moléculas puede acelerarse o mermar. Estos excesos o deficiencias provocan que
los mensajeros de factores de transcripción sean enviados al ADN para cambiar
ciertos ritmos de producción, que se espera compensen en equilibrio. Algunas
veces la respuesta conlleva a un incremento en la cantidad de mensajeros
enviados para señalar esta condición a las otras células.
Comencemos a entender que a donde sea
que miremos, el indicador más confiable de estrés celular es la producción de
oxidantes en la célula, una condición llamada “estrés oxidativo” cuyo carácter
es universal, ya que ocurre incluso en diferentes plantas y especies. Los
oxidantes reactivos simples producidos en la célula se forman a partir de las
moléculas de agua salina que llevan nuestras células. Estas pequeñas moléculas
reactivas tienen la capacidad de afectar enormemente el potencial redox del
ambiente del agua salina, donde se llevan a cabo todos los procesos complejos
de la vida. Se trata de los mensajeros redox que envían las señales redox que rigen
la mayoría de los procesos de sanación. La mayoría de estas moléculas reactivas
se producen en las mitocondrias durante el metabolismo de los azucares, el
mismo proceso que genera el ATP que da energía a la célula.
Los oxidantes que producen la célula con
la finalidad de romper estas moléculas reactivas son muy abundantes, y siempre
están presentes en toda la célula. La función principal de los antioxidantes
combinar y neutralizar cantidades iguales de reductores y oxidantes (Redox), y
evitar que dañen las áreas sensibles de la célula. No es difícil notar que
estas pequeñas moléculas reactivas, la mezcla equilibrada de oxidantes y
reductores, son de importancia crítica para la función adecuada de la célula, y
aún más esenciales para los mecanismos de control de daños dentro y fuera de la
célula.
La respuesta de la célula al daño
Distintas investigaciones cuidadosas de
los efectos del estrés oxidativo que resulta del daño celular han demostrado
que la sobreabundancia de oxidantes (ROS) en el ambiente celular activa varios
botones genéticos en el panel de control maestro de la célula. Estos son
algunos de los botones presionados (en su orden aproximado de activación):
- Botón reparador del ADN: Envía el equipo de detección de danos y reparación del ADN.
- Botón impulsor de antioxidantes: Incrementa la producción de antioxidantes.
- Botón de comunicación intercelular reforzada: Establece líneas de comunicación más fuertes.
- Botón para incrementar el suministro sanguíneo: Ensancha los vasos sanguíneos locales.
- Botón de adhesión celular reforzada: Refuerza la unión entre las células.
- Botón para inflamar los tejidos: Detiene la extensión del daño a otras células.
- Botón de antibióticos secretos: Despliega las medidas antibacterianas de contraataque.
- Botón para detener la división celular: Desactiva la capacidad de la célula para replicarse.
- Botón para enviar la señal de emergencia: Manda la señal de emergencia al sistema inmunológico.
- Botón de más energía para reparar el equipo: Toma más energía de otras partes para reparar los procesos.
- Botón para preparar la desactivación de la célula: Hace el escrutinio de los vecinos para el juicio final.
- Botón maestro de desactivación: Mata y desmantela a la célula.
Si las reparaciones corrigen el estado
del estrés oxidativo, entonces el ADN no continuará presionando más botones;
más bien, comenzará a desactivar los botones que ya había presionado y volverá
a su operación normal. Estaría bien que pudiéramos presionar algunos de estos
botones genéticos aunque no hubiera estrés oxidativo. El botón de “Reparar el ADN”
y el de “Impulso antioxidante”, por ejemplo, nos vendría muy bien. Quizá
podamos tomar alguna píldora de “Impulso antioxidante” que hiciera el trabajo.
Limpieza del desastre
Observemos una vez más el equipo de
limpieza y cuán importante es para el proceso de sanación. Estas enzimas
especiales (proteasas y antioxidantes) están hechas para romper las moléculas conforman
las micromáquinas, mensajeros y moléculas reactivas de la célula y para
reciclar sus piezas. Sin ellas, los desechos se amontonarían por todas partes,
dentro y fuera de las células, y las células no tardarían en morir. Además la
acción para lograr el equilibrio homeostático de la célula depende
completamente de ellas. La célula está produciendo de manera constante
moléculas nuevas y requiere que el equipo retire las viejas para mantener este
equilibrio.
El equipo de limpieza también tiene el
trabajo de limpiar todas las “toxinas” (sobras de proteínas) después de que el
sistema inmunológico o el suicidio programado ha acabado con los invasores o
las células disfuncionales. En este sentido, también forma parte esencial del
sistema inmunológico.
Regeneración de los tejidos perdidos
Después de que el desorden del daño ha
sido limpiado y se ha corregido, la condición de estrés oxidativo al eliminar
el exceso de oxidantes, aún está pendiente el trabajo de reemplazar a las
células que se han perdido. En nuestra imagen mental vemos muchas filas de
células ordenadas, con huecos y grandes vacíos entre ellas ahí donde estaban
las células que han muerto y cuya áreas fueron limpiadas. La reconstrucción es
llevada a cabo por las células que están alrededor de esos huecos y vacíos. Ya
que las células están enviando constantemente mensajes de ida y vuelta a las
células vecinas, pueden notar cuando unas de sus vecinas no está. Una vez que
se supera la condición de emergencia en el vecindario, los canales de
comunicación intercelular son reforzados y las células vecinas pueden percibir
con claridad los huecos. Así, las células quedan libres de nuevo para dividirse
y reproducirse.
En este punto, las células vecinas
saludables comienzan a dividirse para llenar los vacíos, reconstruyendo tejidos
nuevos a su paso. Si estas células no disponen de un amplio suministro de
sangre, envían mensajeros de emergencia que provocaran que crezcan nuevos vasos
sanguíneos para proveerles dichos suministros. El trabajo está hecho cuando
cada una de las células
está rodeada por su grupo usual de vecinas. Esta misma
condición de reconstrucción también se aplica a los vasos sanguíneos tubulares
de crecimiento para alimentar a las células, los cuales están encabezados por
un anillo de células líderes en el extremo que continuara dividiéndose y
construyendo el vaso hasta que encuentre otro vaso sanguíneo al cual unirse.Los oxidantes desempeñan un papel central como mensajeros
Que interesante es cuando podemos
rastrear todos los misterios complejos del proceso de sanación, hasta llegar al
sencillo conjunto de reglas que cada una de las células sigue. Que interesante
es descubrir el papel tan grande e importante que desempeñan antioxidantes y
oxidantes en el proceso de sanación. Cuando un daño ocurre, los oxidantes se
convierten en la bandera roja que marca dónde y cuánto daño se ha hecho. ¿Qué
pasaría si los oxidantes no estuvieran allí para señalar el daño?
Sin los oxidantes, las toxinas, la
radiación, la infección, las cortaduras, los raspones, los moretones, la falta
de oxígeno y otros tipos de daño pasarían inadvertidos y no serían atendidos. La sanación sería imposible. Es este
equilibrio continuo entre la producción de oxidantes y reductores, y su
eliminación final por parte de los antioxidantes, lo que permite que las
células reaccionen ante el daño. Es la respuesta ante el desequilibrio en los
oxidantes (estrés oxidativo) lo que permite que las células y tejidos respondan
y se sanen así mismos. Éste es el nuevo panorama que está surgiendo de las
biociencias que se ocupan de la sanación.
Fuente: Libro: "La Ciencia de la Sanación Revelada". Nuevos Descubrimientos de las Señales Redox. Autor: Dr. Gary L. Samuelson.- Doctor en Física Médica y Atómica por la Universidad de Utah.
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